
diario di viggio: Patiperro
(Richard Mateos)
terzo episodio
San Javier del Maule
San Javier del Maule es un pueblo soso, porque no impresiona. Su agricultura está mecanizada y se orienta casi exclusivamente a la producción de maíz industrial destinado a la alimentación animal, que luego será sacrificado para nuestro consumo masivo en hamburguesas, puestos de sándwiches y todo tipo de comida rápida.
A Andrea y Helios no les gusta el pueblo y están pensando en mudarse a otro lugar donde la convivencia sea más cercana. Ambos, al igual que Valentina, forman parte de un grupo cada vez más numeroso de jóvenes chilenos que huyen de la sociedad de consumo y que, o bien se van a vivir al campo, o bien se dedican a vivir con poco en las ciudades, viajando con mochilas vendiendo bisutería que ellos mismos hacen, haciendo teatro, haciendo malabares en los semáforos: en una palabra, se dedican, como yo, a hacer patiparare. La casa donde viven Andrea, Helios, Valentina, Alba (una bebé de pocos meses), cuatro perros, una cantidad incalculable de pulgas, algunas arañas de esquina y otros animales que no conozco, pero que Mali seguramente ha identificado, es como la gente: espaciosa, pero sin personalidad. Las habitaciones son grandes y en una de ellas me instalo guardando en una caja de fruta y en varias cajas de cartón solo la ropa que usaré durante los primeros días del viaje.
Las arañas de esquina son criaturas que se esconden, como su nombre indica, en los rincones. Son cachivacheras, porque eligen los lugares donde amontonamos las cosas que no usamos y que nunca tiramos. Hay que tener cuidado con ellas, me explican, porque si te ponen su veneno mueres en veinticuatro horas, me lo dicen para asustarme, pero si vas a un hospital —y aquí no estamos lejos de los hospitales— te dan un antídoto y está listo, me dicen que más tarde, para mi tranquilidad. Los cuatro perros de la casa son Guato, Guata, Chica y Chinco. Son perros rescatados de la calle. En Chile, la población de perros callejeros es enorme: son odiados y admirados por la gente. Algunos marcan la personalidad de un barrio y son cuidados por el vecindario: las ancianas los visten para el invierno, la gente del barrio les pone un nombre, les lleva comida y trata de cuidarlos cuando enferman, pero su vida se respeta en semilibertad.
Sin embargo, los perros callejeros también son odiados, porque se cree que transmiten enfermedades como la rabia, atacan al ganado en los campos y, de vez en cuando, alguno muerde a la gente. Son libres, o casi libres, pero muchos son mutilados tras ser atropellados (el caso de Chinco, que recibe este nombre porque le falta la cola y una de las patas traseras) o mueren cruelmente envenenados por algún vengador que los considera demasiados.
Ragazza es una perra que ocasionalmente marca el territorio en Mali, pero es cariñosa y le encantan las caricias. Al principio, Mali desconfía de ella y me sigue constantemente, pero poco a poco se hace amiga de ella y de los demás. Chinco, a pesar de ser un perro disca, es el más juguetón, o eso me parece: corre para que lo despellejen y no se pierde nada de lo que se cocina en casa. Guato y Guata son hermanos y...
En cuanto a las pulgas, qué puedo decir, pican continuamente, joden, molestan y, aunque de vez en cuando desaparecen cuando se ahuma la casa con zotal, las malditas reaparecen en cuanto el zotal deja de hacer efecto.





